
Sábado 31 de mayo. Estoy con Sergey comiendo pan con mahonesa. Su nueva casa del Vedado es un hueco en un semisótano, un habitáculo robado a un garaje. A las dos vamos a casa de Isis. Lleva con las obras cerca de dos meses y se excusa por su aspecto fatigado. Solo aquí se puede comprender tanta dilación para acondicionar una vivienda. Falta cualquier tipo de material y es realmente complicado conseguirlos y a ello se une la actitud de alguno de los “profesionales” que han llevado a cabo la reforma. Valga el ejemplo de un establecimiento, una preciosa esquina de la 12 con 17, el Varsovia. Un restaurante que había sido estatal y ahora reabre con una nueva modalidad de gestión, al cincuenta por ciento estatal y privada. Cuando nosotros llegamos a La Habana habían comenzado las obras. Externamente no parecía muy complicado, solo necesita una mano de pintura en el gran salón comedor, unas plantas rodeando todo el perímetro, mesas, sillas y cuadros, aparte de la maquinaría que no se ve. Lo hemos visto día a día sin apreciar ninguna diferencia en el avance de las obras. Han cortado la cinta esta semana tras tres meses de reformas y lleva dos días sin clientes, con camareros paseando por el salón y charlando en la pequeña barra. En el país donde se recargan las fosforeras (mecheros), se sigue utilizando la balanza romana y apenas se conoce la fregona; tampoco hay publicidad, lo que dificulta más las cosas. Isis nos invita a café y nosotros hemos pintado parte de la estancia destinada a la galería, donde expondrá sus cuadros, hasta acabar con la pintura blanca. No va a ser fácil conseguir más. De vuelta a casa, esperan para cenar Alfonso, Oleida y América. Han traído pescado y una botella de crianza de Rioja “Marqués de la Concordia”. En su contraetiqueta se puede leer: “Don José Abascal fue nombrado Marqués de La Concordia en 1812 en reconocimiento a Su labor de unión entre el Nuevo Mundo Criollo y la vieja Europa” Alfonso y Oleida vuelven a España mañana en un vuelo media hora antes que el mío. Nos veremos en Barajas.
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