Mis amigos en La
Habana no se lo podían creer. Mis amigos pintores, músicos y
bailarines no podían entender que el arte en España actualmente se haga en las
cocinas. En La Habana ,
el arte es reivindicativo, explosivo en formas y contenido, concienciado social
y políticamente y muy crítico. Unas veces de forma velada y otras sin contemplaciones.
Se analiza, se desmenuza y se opina
desde los micrófonos, desde los lienzos, con el cuerpo y con el alma, el
pasado, el presente y el porqué de las cosas. Ríanse de Harry Potter, magia
hace una madre para dar de comer a la familia dos veces al día haciendo
combinaciones de tres elementos. Los niños en La Habana van al colegio en
camello, pero no sobre él, sino dentro de sus tripas (haciendo referencia a un
medio de transporte ya desaparecido). La Habana es una ciudad enferma que supura arte,
pero arte del que llamábamos nosotros “con mensaje” cuando sabíamos protestar. La Habana hoy es como el
Madrid de los ochenta y la gente atrapa su porción de libertad para
compartirla, embellecida si es posible, con los demás.
En Cuba se come arroz y frijoles y se cena frijoles con
arroz. Algo de cerdo si hay suerte, pizza de tomate y queso, hamburguesas y
espaguetis si lo puedes pagar, luego te vas a cantar, a bailar o a pintar y
siempre a disfrutar.
Estos iban a “alucinar” si viesen que en nuestros periódicos
se les dedica tantas páginas a los cocineros como a los equipos de fútbol, si
viesen una televisión plagada de programas y concursos con señores de blanco
cortando cebollita fina.
-Si ves que han
llegado huevos, asegúrate un par de cartones porque mañana no habrá. Los huevos
son pequeños y de yema muy amarilla, no se parecen en nada a los que comemos
aquí. Me han dado explicaciones de todo tipo pero una me llamó la atención: Los
huevos son así porque a las gallinas se les alimenta con larvas de mosca.
Muslos de pollo, eso si que hay. Pollo frito por todos los
lados, pero solo los muslos.
- Pero que coño
hacéis con el resto del pollo. A ver si algún día veo una pechuga
- Las pechugas se
quedan en los hoteles (cualquier sentido que se le quiera dar a esta
frase es cierto)
…Y cuando ya no puedes más, decides darte un atracón. Al
final de la calle hay una barra que se llena con cuatro personas y que aquí
llaman cafetería. Me pido un platazo de espaguetis que me tengo que comer de
pie o sentado en las jardineras vacías que dan a la calle. Algunas veces no me
han podido atender porque te tienes que traer el plato de casa. Doce pesos
cubanos, menos de cincuenta céntimos de euro y te vas “comido” a casa.
Aquí hacemos arte en la cocina, cosas bellas que conquistan
nuestra vista y nuestro olfato, encandilan al paladar y……..ya no pasa nada más.
Llámenme paleto, pero este es un arte caro y cuando no hay pasta, no se venden
muchos cuadros.