jueves, 14 de agosto de 2014

Refllexiones I

Habaneando.Bar Casa Grande La Habana. (Alfredo Iglesias)
Ya han pasado dos meses y medio desde mi vuelta de La Habana y solo el nueve de junio conseguí  publicar unas líneas en este blog. Lo he intentado varias veces y dudo que esta vaya a ser la definitiva y que consiga hacer algo coherente con los pensamientos que me dan vueltas por la cabeza.
Hemos hablado por teléfono con Luís, que ya da por seguro que colgará “La última cena” en la Fábrica del Arte Cubano y he recibido varios correos de Isis y un mensaje de Sergey. Nos echamos de menos. Nos echamos muchísimo de menos.
Tengo la sensación de estar metiendo en una bolsa cada día que pasa y que la deposito en la basura antes de echarme a la cama.
Recuerdo que antes de ir a La Habana, le comenté a Luís que nuestro viaje era (como se suele decir) salir de Guatemala para ir a Guatepeor. Jamás tuve un especial interés en visitar Cuba y salíamos de un país sumido en una demoledora crisis hacia otro en el punto más alto de su decadencia. Pensaba en morenas y morenos bailando salsa y regatón y que coño podía yo pintar en ese escenario. Desde mi desconocimiento de Cuba e influenciado por las ideas preconcebidas y por los testimonios de los turistas de siete o quince días repartidos entre los hoteles habaneros y en los “paraísos ficticios” y ”hermosos guetos” en primera línea de playa en Varadero,  nos “plantábamos” en el barrio de El Vedado con el propósito de olvidar nuestras respectivas crisis, trabajar y vivir “casi” como cubanos.
En mi caso, mi intención era fotografiar la ciudad y escribir mis sensaciones de cada día. Lo hice desde una mirada ingenua, según iba descubriendo lo que esta ciudad quería mostrarme, sin más influencias, sin otra intención, con escasa información adicional y desde la perspectiva que te da el estado de humor tan cambiante que provoca una estancia prolongada en La Habana, una exposición a esta extraña radiación, una medicación que cura, molesta, enfada, divierte, engancha… y miles de cosas más.
Ahora desde mi casa, en la ciudad que nací y en la que he pasado la mayor parte de mi vida, me asombro que la sinceridad e inocencia de mis palabras y pensamientos descubran realidades que leo y veo en escritores y periodistas, autores de escritos o documentales, textos sesudos y videos de los que circulan por televisiones y por Internet.
Intenté evitar escribir de cosas “serias”, al igual que parecer parcial o meterme en “barrizales” de los que no supiera salir y casi sin querer, he reflexionado sobre todas las múltiples realidades de Cuba con palabras y fotos de mi día a día.
Sumido en la insoportable ociosidad del que no sabe que hacer con su vida, mis mejores momentos los paso recordando los instantes y los amigos, los gestos, las palabras y los lugares que han quedado al otro lado de un océano. Todos los días pienso en ellos y repaso las fotos una y otra vez y me obsesiono por ir conociendo un poco más ese lugar. Leo y veo grabaciones y videos relacionados con Cuba, su historia, su música y sus costumbres. Analizo las opiniones y los comentarios de otros visitantes y la visión que se afanan en dar de sus experiencias en la isla.

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