domingo, 4 de octubre de 2015

La casa encantada de Federico García Lorca

Casa de los Loynaz. Fotografía Alfredo Iglesias.

           Serían algo más de las cuatro de la tarde y había salido de casa sin rumbo fijo. No quería tardar en volver, así que al llegar a Línea decidí tomar una dirección distinta a la habitual y encaminarme hacia Miramar. Me la encontré de golpe y me hechizó desde el primer momento. Aquella tuvo que ser una casona maravillosa y a pesar de su estado ruinoso se podía adivinar que vivió tiempos felices y llenos de esplendor. Lo que debió ser un maravilloso jardín rodeaba la vivienda y todavía eran visibles los restos del muro que delimitaba toda la propiedad. Tomé una única fotografía con cierto temor, no había nadie pero se adivinaba que aquella vieja mansión estaba ocupada por varias familias y que con el tiempo se había convertido en lo que en La Habana llaman un solar. Al volver a España sabría más de aquella casa. 

Casa de los Loynaz. Ilustración Nancy González.
           Federico García Lorca llega a La Habana el 7 de marzo de 1930 invitado a dictar unas conferencias por la “Institución Hispanocubana de Cultura”. Llega a Cuba  procedente de New York y con la primera impresión de la isla comenta: “… ¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez...”

           Cuba lo enamora y prolonga su estancia hasta el 12 de junio del mismo año.

En la Habana, García Lorca conoce a la familia Loynaz. Carlos Manuel, Dulce María, Enrique y Flor eran los hijos de Enrique Loynaz del Castillo, un importante general de la Guerra de la Independencia que había compuesto en 1895 las estrofas del Himno Invasor. Los cuatro hermanos eran poetas y habitaban en una gran mansión en el señorial barrio de El Vedado.

Federico, atraído por los versos de Enrique, de quien conocía algunos poemas publicados en España, se presentó un buen día en la casa de los Loynaz y pronto se convirtió en un visitante asiduo. El poeta granadino cayó rendido a la atmósfera casi onírica que se respiraba en esa mansión, “mi casa encantada” como le gustaba llamarla: allí leía fragmentos de sus obras, cantaba y tocaba el piano. Y así, poco a poco se fue cimentando una fuerte amistad, especialmente con Flor y Carlos Manuel, con quienes disfrutó de interminables veladas en La Habana, recorriendo sus calles, recitando poemas…

En 1936 Juan Ramón Jiménez visita La Habana. Vio los escenarios que Lorca había visto seis años antes, trabó contacto con muchos de los que él había conocido. Visitó a los hermanos Loynaz y escribió... “¡Ah, sí, ahora sé de golpe dónde de salió todo el delirio último de la escritura de Lorca!”,

Lorca en la Habana
Lorca a su llegada a La Habana y en el Havana Yatch Club.

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