Una azotea para subir a tender la ropa y
provocar a silbidos las pláticas de la cacatúa del otro lado de la calle. Para sentarte en
las escaleras y contemplar el trajín en el patio vecinal; el percusionista, el
que sube a arreglar un depósito de agua, la mujer que saca a ventilar todo el
calzado de la familia que ya descansa sobre la ondulada tejavana. Cables,
antenas, tuberías, tablas y alambres, muchos alambres que atan, sostienen y compactan
todo. Al anochecer, un lugar para cenar bajo el emparrado y después, más en
silencio, ventanas de colores, las últimas habitaciones a la luz del televisor y
los gatos en los tejados.
Una azotea y una pared blanca para los retratos a los amigos, a las
mujeres, a los hijos y a los vecinos. Fotografías para recordaros en esa azotea
de la calle 12.Fotografías: Jenny y Oswaldo
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