sábado, 17 de mayo de 2014

Invasión en suelo español

Viernes, 2 de mayo No suele ser necesario hacer planes para pasar la tarde y cuando los haces, en la mayoría de los casos se ven trastocados. Casi nunca hay silencio. Niños que lloran, camiones, la cotorra de la casa de enfrente o el martillo de Yandris. Cuando el teléfono empieza a sonar ya no para en todo el día y cuando te vas a marchar, alguien viene a visitarte. Quedarse solo, es un lujo aunque no sepas que hacer en esa soledad. Cuando vas a hacer una cosa, haces otras cinco por el camino y te olvidas de lo que realmente tenías que hacer. Uno que te llama… Otro que te pide… El de más allá que te sugiere… Bienvenidos a la casa de La Charito. Vamos a salir a comprar por la tarde. En casa no queda de nada. Lavavajillas, jabón de lavadora, agua, tomates, verdura, fruta, café, azúcar, leche… Llaman Sergey y Fran. Vienen a casa y alguien debe quedarse a esperarles, Luís y Raquel salen con las mochilas. Los chicos se presentan con una tarta con nuestros nombres, Coca Cola y ron. Enciendo el ordenador, vemos algunas fotos y ponemos música. Les encanta la música española, sobre todo Sabina y Melendi, el nuevo ídolo por estas tierras. Llegan los que han salido a comprar y descargan la compra. Luís vuelve a desaparecer… Ya tenemos casi montado el “guateque” y llega Luís con refuerzos, media plantilla del Pio Pio de la esquina con 23 ( Pio Pio o como se llame, es un bar y restaurante donde ponen pollo con arroz). Claudia y otro camarero han acabado su turno a las siete pero han tardado más de una hora en hacerles el relevo. Quedaba un trozo de hielo en el congelador, lo picamos y empezamos a poner cubalibres. Se presenta un rasta que no conozco y se da unos abrazos con Luís que parece que llevan dos años sin verse. Le sirvo un trozo de pastel, se mete un cubata y se pone a hablar de música reggae con Fran. La cocina se ha quedado muy pequeña. Esto es un “sinvivir”. Alguien se lleva la botella de ron hacia el saloncito de la entrada, todos los demás seguimos el rastro y nos dejamos llevar. Llaman a la puerta, Asdrúbal enseña las herramientas. Viene a arreglar el grifo de la cocina que gotea hace un mes y después aparece en el saloncito con un vaso vacío en la mano. La cocina ha quedado como un campo de batalla y las hormigas, que parecen buitres, se están dando un festín con los restos de pastel esparcidos por la encimera y el suelo. Napoleón, que ha cambiado a su caballería mameluca por mambises cubanos, se retira vencido.

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