sábado, 17 de mayo de 2014

La Habana desde un descapotable rosa

Jueves, 24 de abril

Habaneando. Hotel Nacional. La Habana (Alfredo Iglesias)

Habaneando. Con Tamayo y paseo en descapotable (Alfredo Iglesias)Salimos disparados hacia el Hotel Nacional, enorme y lujosa construcción de 1930. En la terraza ajardinada con vistas al Malecón están desayunando Silvia y Francis con el pintor cubano Reiniero Tamayo. Recorremos el hall y el Cabaret Parisien. Los pasillos de madera blanca y los ascensores con una media esfera y una flecha para indicar los pisos, se asemejan a los de primera clase del Titanic. Las habitaciones son sobrias y elegantes, con todo lo que pueda evocar épocas más actuales oculto en bellos armarios. Pienso en Fran Sinatra actuando en el Parisien y Capone ocupado en los “negocios de la familia” desde una habitación con dos matones en la puerta. Salimos del hotel en un Buick descapotable hacia el Boulevard. Vuelta a La Habana de verdad, la que se cae a pedazos, y después paseamos por el barrio chino. En una carnicería posamos dentro del mostrador con filetes de cerdo y casquería, Luís afilando cuchillos y el dependiente implicadísimo en nuestra juerga. Luego, en una tienda de Santería nos compramos pulseras de colores. La mía, verde y amarilla representa a Mayuba. Acabamos en La Habana Vieja, la de los guiris. Cerveza en La Pérgola con músicos y son cubano. Un niño desde la puerta baila sin atreverse a pisar el escalón de entrada. Al irse insiste en despedirse del grupo de españoles que hemos aplaudido su soltura y lanza un beso a Silvia. Una guapísima mulata, acompañada de un señor mil años mayor, se extraña de nuestras pulseras. Su religión no entiende de extranjeros con pulseras de colores. Comemos en Sevillas. Nos acompañan dos músicos con las canciones de Silvio Rodríguez y una pareja de Palencia con su hija. Y a la Plaza de Armas. A un impresionante palacio, que fue casa del gobernador, se accede a través de un adoquinado de madera que mando cambiar la señora del regente con el objeto de no ser despertada de sus siestas por el ruido de los carruajes y de los cascos de los caballos. Plaza de la catedral y por fin, algo que pensaba no ver nunca. Después de dos meses en La Habana, llega lo inevitable. Creo que he hecho suficientes méritos para inscribirme en el Guinnes. He visto La Bodeguita del Medio. Visto y no visto, lo que he tardado en hacer “clic”, y a otra cosa, mariposa. Pues sí. Pasamos por la Calle Industria, como tantas veces. Una puerta abierta y sillas en la calle. Cuatro chicas se nos quedan mirando y una me pone morritos. ¡ Que pelucas, que colorido, que hombros, que largas son estas tías, que nuez!...¿Ehhh? Son ellos. Insisto en hacerles unas fotos. Una de ellas corre despavorida hacia el interior de la vivienda y otra pide diez dólares. Iré pensando una táctica. No me puedo quedar sin su foto. Joder. ¡Que objetividad! No se en que estoy pensando. Mayuba no es ningún santo protector ni nada parecido. Mayabe es la cerveza cubana que nos metemos siempre que hay. Yoruba es el santo de la pulsera verde y amarilla. Yo me he inventado, sin mala intención y sin querer faltar al respeto a nadie a otro bendito… o estoy echando de menos una San Miguel. Bueno, ahora no estoy seguro de nada.

Habaneando. La Habana para turistas (Alfredo Iglesias)



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