viernes, 14 de marzo de 2014

Las cuatro plumas


Martes, 4 de marzo.

 Aeropuerto Madrid-Barajas 1 (Alfredo Iglesias)

 Aeropuerto Madrid-Barajas 2 (Alfredo Iglesias)

 Empiezo a escribir este diario recordando los días anteriores, los últimos abrazos y los últimos besos antes del viaje. El viernes los “chicos” se juntaron para la despedida, unas cervecitas y algo de ron para  mí. Los demás hicieron los mismo, solo las dosis fueron distintas…
Rock y ron en la barra del bar y cuatro banderitas cubanas. Una para cada uno, Carlos, Chema, Manu y Alfredo. Una promesa, volver a esa barra con las cuatro banderas cosidas en nuestros chalecos o chaquetas para acabarnos otra botella y echar algo de humo de Habano. Abrazos en grupo y “Vs”… que me toca hacer la maleta.
 La Habana de noche desde el avión es una ciudad oscura. El pasaje aplaude la maniobra del comandante de la aeronave, hemos tomado tierra en el aeropuerto José Martí. El destartalado Lada de Sergio nos conduce hasta nuestra nueva casa en el barrio del Vedado, así llamado por haber sido una zona residencial exclusiva para los ciudadanos norteamericanos, que construyeron sus caprichos arquitectónicos en la ciudad. La Habana de día y a ras de suelo es una ciudad colorida, huele a humo de los tubos de escape de viejos Plymuth y Chevrolets, mezclado con el olor de  la comida de los chiringuitos que se amontonan en los portales y bajos de las casas. Hace un calor dulzón en la vieja Habana, donde confluyen los más variados personajes al imán del dinero turista. La vendedora de maní, con voz de soprano… cómprame un cucuruchito de maní… la vieja cubana, sentada en un portal, saca  su Habano para dejarse fotografiar…


Habanera (Alfredo Iglesias)

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