viernes, 6 de junio de 2014

De un extremo al otro


Viernes,16 de mayo

Habaneando. Atardecer en casa de Asdrúbal (Alfredo Iglesias)
 Siguen las lluvias y ya pensaba en ponerme a fotografiar charcos. Repentinamente te quedas vacío, no sabes que hacer y empiezas a echar de menos todo lo que era habitual, la casa, la familia, los amigos, un cortado por las mañanas, el periódico, Internet, un poco de información… Al mismo tiempo empiezas a hartarte del caos, de los olores, de los balcones desplomados y de la increíble subsistencia de esta ciudad. Ayer salí por la tarde, cuando paró de llover. Un amigo me aseguró haberme visto en la televisión. Emitían un programa sobre la selección española de fútbol y me vio durante un entrenamiento. Podría ser el previo al partido con la selección guineana celebrado en Logroño. Tiene gracia, yo en la tele cubana. Luego continúo andando hasta la Habana antigua. Desde la calle 12, es algo más que un paseo y llego reventado. Me siento a tomar una jarra de cerveza en la Plaza Vieja y me meten una buena clavada. En casa me dedico a “marisquear”. Esto se lo oí decir a Juanito Marín y a Zuri cuando te sientas en el ordenador y como no te quedan fotos decentes, empiezas a darles vueltas, las mareas un poquito, reencuadras por un lado o por el otro, rebuscas y…¡Toma ya! Me encuentro con dos fotos estupendas del otro día en la casa de Asdrúbal durante la sesión que hicimos para la última cena. Habían pasado totalmente desapercibidas y ahora me empiezan a alegrar el día. A las seis y media me levanto con hambre y me meto un plato de macarrones. Está lloviendo y lo hace durante toda la mañana del viernes. Por la tarde nos vamos a conocer el extremo más cercano a casa del Malecón, en La Chorrera. Hay un pequeño fortín, un templete que parece sacado de las “Mil y una noches” y un restaurante cuyos jardines son una tremenda discoteca, el 1830. Me llevaron el miércoles y si tienes entre 18 y 30 (por hacer un juego con el nombre), extranjero y con dinero, te puedes creer el mismísimo sultán, dueño y señor del templete, del castillo y de todo el harén que te espera en el jardín. (Ahora recuerdo donde comenzó mi pequeña depresión…) Más tarde nos hemos ido al otro lado del Malecón y que todavía no conocíamos. Otro Castillo, el de San Salvador de la Punta, frente al del Morro y vigilando la entrada a la Bahía de la Habana. Un hermoso atardecer, decenas de pescadores y de vuelta, el mar encrespado y las olas saltando por el Malecón. Hoy no necesitaba ver más miseria y me llevo algunas de las fotos de La Habana más hermosa. Esta ciudad me vuelve a gustar.

Habaneando. Los extremos de El Malecón (Alfredo Iglesias)

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