sábado, 19 de abril de 2014

Dragones y pajaritos

Viernes, 4 de abril
 Habaneando. Barrio chino 1 (Alfredo Iglesias)

Habaneando. Barrio chino 2 (Alfredo Iglesias)
Laia me ha llevado al barrio chino. Hemos paseado durante toda la mañana y hemos sudado cada uno de nuestros pasos. Cada portal da entrada a un mundo. Cada personaje merece un retrato. Chinos y mulatos y mulatos chinos de rasgos insólitos nos aconsejan como visitar el barrio. Cuidado con la cámara, no te fíes de nadie, no hagas caso y sigue tu camino. Todas las placas tienen su nombre en chino. Cuando les escucho me asombran, no hablan como cubanos, hablan como cualquier chino en cualquier parte del mundo. (Me sorprendo a mí mismo por haberme sorprendido). Mantienen su lenguaje, su cultura y sus costumbres y ellos han nacido aquí, y sus padres y también sus abuelos. Llegaron desde China con contratos de trabajo y al llegar a Cuba fueron engañados y esclavizados. Llegó una segunda oleada huyendo de la guerra de Secesión Americana y como ciudadanos libres. Abrieron negocios y empezó a formarse el barrio chino y tomaron como esclavos a sus predecesores. (Esto tampoco sorprende a nadie) Restaurantes y negocios, lámparas y puertas. Pajaritos de papel y Tai-Chi. Espadas, abanicos, lanzas, guerreros y un altar al dios de la guerra San Fang Won. Mesas y sillas centenarias de maderas preciosas. Laia lanza el oráculo de los palillos, le aconsejan paciencia, no es el momento. Yo no lanzo nada. Pienso en Hommer y en las galletitas de la suerte. Media hora de guardia en la Calle Dragones da mucho de si. Laia tiene una entrevista y yo la espero a la sombra. Dos mulatos suben cemento a una azotea a golpe de polea y un hombre abronca a una jovencita, que cigarro en mano y gran bolso en bandolera, baja la cabeza y aguanta el chaparrón. Deja escapar una lágrima. Pasa un “chico”con auriculares y camiseta con la palabra “Girl”. Un “pajarito” como se les denomina por aquí. Más que pasar, revolotea por la calle dejando bien clara su condición .Todos se dan la vuelta, y créanme que no es nada fácil que un habanero se sorprenda en la calle. Al final, Laia me revela que la Calle Dragones no debe su nombre a los chinos, sino al regimiento que en esta calle tuvo su cuartel.

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